Es bien sabido por todos que el protestantismo no es un movimiento religioso joven, nace en el siglo XVI como revisión del cristianismo católico romano, pero se fundamenta en la vida de los primeros cristianos. ¿Pero qué sabemos de la presencia protestante evangélica en Galicia?
Históricamente España estuvo herméticamente cerrada a las corrientes reformistas por siglos. Y es por esto que no es hasta el año 1875 cuando nace la primera comunidad protestante gallega estable.
El protestantismo contó en nuestra tierra con tres agentes de esparcimiento:
Antiguos protestantes de la segunda reforma: eran pocos, pero hicieron una labor, muy relevante cualitativamente. Al retornar del exilio, amparados por los cambios de la revolución de 1868, consagraron sus vidas al esparcimiento de la Biblia y a la defensa de libertad de conciencia.
Misioneros ingleses pertenecientes la una novedosa corriente de renovación espiritual – los hermanos de Plymouth -, surgida en la iglesia anglicana, que desarrolló un movimiento a nivel mundial de gran resonancia por la manera y buen quehacer de sus miembros, que se dispusieron a trabajar en las zonas de mayores dificultades, entre las que se encontraba la Galicia del siglo XIX.
Gallegos emigrantes retornados de países tradicionalmente protestantes, como el Reino unido o países donde la difusión del protestantismo se desarrollaba sin dificultad, como Cuba, Venezuela o Francia. Estos retornados volvían con la Biblia en la mano e introdujeron el protestantismo entre sus familiares y vecinos, labor en el que se apoyaban sobre todo en un joven estilo de vida y un comportamiento ético que no pasaba desapercibido.
Además de los tres agentes anteriores mencionados, también es importante reseñar como agente de esparcimiento la literatura procedente de los puertos de Europa, especialmente de Inglaterra.
Todos estos agentes coordinaban sus fuerzas formando equipos de esparcimiento de la Biblia: los conocidos «colportores» agentes de las sociedades bíblicas que recorrieron toda Galicia desde 1870, primero a pie, luego en las primeras bicicletas que se vieron aquí -los paisanos les llamaban «el demonio montado»- sin dejar casi ninguna parroquia de costa e interior sin visitar.
Además los misioneros dedicaron muchos esfuerzos a la enseñanza y la sanidad, tan deficitarios en la Galicia decimonónica. Tuvo una gran repercusión la escuela protestante de Marín, pero no fue la única, de hecho, en todas las parroquias en las que se alcanzó un grupo estable, se organizaban clases para niños y adultos; en los gallegos que se convertían al protestantismo se generaba un hondo y profundo deseo de leer la Biblia personalmente y esto estimulaba los deseos de aprender a leer. Pero las escuelas protestantes eran libres y gratuitas también para todos, independientemente de su confesión ya que esto era entendido como un servicio a la comunidad. Igualmente sucedía en el área sanitaria, en la que se esforzaban por transmitir educación sanitaria preventiva.
Como consecuencia de este trabajo realizado se establecieron puntos estables de comunidades protestantes como como por ejemplo: A Coruña (1875), Ferrol (1876), Vigo (1878), Marín (1882), San Clodio (1885), etc… ya en el siglo XX Ares (1916), Celanova (1936)… todos estos son tan sólo una muestra de aquellas comunidades pioneras que se mantuvieron en el tiempo hasta alcanzar, hoy en día, algo más de 200 comunidades.
El franquismo supuso una severa dificultad para el protestantismo gallego: la mayoría de las iglesias fueron cerradas en los primeros tiempos y sus miembros perseguidos. El deseo de alcanzar el reconocimiento de los derechos fundamentales de libertad de pensamiento, de conciencia y de culto – demandado por una escasa minoría de la población- chocaba de frente con un sistema político-ideológico que negaba la diversidad como derecho.
Así, la pugna era inevitable. La actitud de los evangélicos fue la de la resistencia pasiva, sin dejar de reclamar sus derechos y su libertad de conciencia, pero de una manera no beligerante. Muchos optaron por la emigración.
La emigración fue el motivo por el cual algunos de estos núcleos desaparecieron, como fue el caso entre otros de Celanova o Ribadavia.
Nuevos vientos soplaron para los protestantes gallegos con la llegada de la democracia a finales de los años setenta. En la década de los años 80 con la promulgación de la tan esperada Ley de Libertad Religiosa y concretamente en 1986 cuando se constituye la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE). El día 10 de Noviembre de 1992, aparecen en el Boletín Oficial del Estado los Acuerdos de Cooperación del estado con la FEREDE, después de reconocerle al protestantismo español un «notorio arraigo».
Desde la publicación de la citada norma y como consecuencia de la organización del territorio español y la vertebración de los poderes públicos se comenzó un proceso de constitución de consejos evangélicos autonómicos que agrupaban a las iglesias de la FEREDE www.ferede.org, de las comunidades autonómicas para materializar el espíritu de colaboración con los poderes públicos en lo relacionado con las competencias autonómicas.
Es así que nace en el año 1997 el Consello Evanxélico de Galicia, órgano que trabaja desde entonces para completar la normalidad religiosa en nuestra Galicia.